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9 de febrero de 2024

HOMILÍA DEL OBISPO ÓSCAR BLANCO MARTÍNEZ, OMDEN LA PASCUA DE DON SEBASTIÁN PIÑERA ECHEÑIQUE

7 de febrero 2024, nos hemos querido reunir en este Templo Cate- dral, el más austral de nuestro país. Templo que día a día acoge el clamor de los dolores, gozos y esperanzas de nuestro pue- blo que peregrina en […]

7 de febrero 2024, nos hemos querido reunir en este Templo Cate- dral, el más austral de nuestro país. Templo que día a día acoge el clamor de los dolores, gozos y esperanzas de nuestro pue- blo que peregrina en la región de Magalla- nes. Templo, donde la grandeza de Dios y la fragilidad del ser humano, se unen para caminar juntos “construyendo historia, recti- ficando rumbos, fijando metas y dirigiendo los destinos de la humanidad”. Celebramos, hermanos, la Misa por el eterno descanso de nuestro hermano en la Fe, y ex Presidente de nuestra República de Chile, Sebastián Piñe- ra Echenique, y pedir el consuelo que sólo Dios puede dar para su esposa Cecilia Morel y sus hijos: Magdalena, Cecilia, Sebastián y Cristóbal…
Nos reunimos en oración, porque ante la majestad de la muerte todo lo demás calla, y sólo nos queda la esperanza que nace de Cristo Resucitado. Ante la majestad univer- sal de la muerte cesan proyectos y afanes, cesan las querellas y todo lo que puede divi- dirnos. Ante la muerte está solamente el ser humano y Dios. La universal majestad de la muerte nos hermana a todos en el encuentro con nuestro Padre Dios, y en ese camino a la Casa del Padre nos acompañamos unos a otros y oramos unos por otros.
Don Sebastián Piñera fue un peregrino hasta ayer. Hoy ya se encontró con el Padre Dios. Porque Sebastián un día fue hecho cristiano por las aguas regeneradoras del Bautismo; porque Sebastián un día fue ungido para ser Testigo de la Fe que le entregó Dios como don; porque Sebastián un día fue alimentado por el Pan de los Fuertes, que es el Cuerpo y la Sangre de Cristo; porque Sebastián fue reconciliado – como nosotros necesitamos de reconciliación- porque también él -como nosotros- durante su vida mortal, pecó; y ne- cesitó de la misericordia de Dios, como no- sotros la necesitamos. Es el bautismo el que nos hace participar plenamente del misterio pascual de Cristo, el signo que es una seme- janza de la muerte y resurrección de Cristo y encierra en sí toda su realidad y actualidad. Celebramos con “unción esta Misa” y con ese algo que no acabamos de definir por todo lo que nos ha pasado como país, en estos pri- meros meses del año. Estamos en este Tem- plo; con profundo recogimiento; sentimos el mismo recogimiento que tenemos cuando vi-
mos partir a tantos chilenos, consecuencia de los incendios, de las inundaciones, y tantas catástrofes naturales que debemos enfrentar como país, porque también allí vivimos un profundo acontecimiento de consternación por la muerte inesperada de tantos compa- triotas nuestros. Despedimos a un hombre y a un hermano, que, en su vida, con las debi- lidades propias de los hombres y desde sus propias opciones políticas, buscó realizar en Chile lo que todos los chilenos queremos: Encontrarnos.
“La fe cristiana no desprecia la política, por el contrario, la valoriza y la tiene en alta es- tima” (Puebla, 514). Es en la sociedad don- de el político encuentra su campo de acción oportuna. “Por el testimonio de su vida, por su palabra oportuna, y por su acción concre- ta, en la responsabilidad de ordenar las reali- dades temporales y ponerlas al servicio de la instauración del Reino de Dios” (789).
Don Sebastián Piñera fue un cristiano, un de- mócrata, un político, y un hijo de Dios. Estos fueron sus títulos más conocidos y que supo ponerlos al servicio de la patria. Como cris- tiano convencido y fervoroso, escuchó la voz de Dios, se encomendó a él en el ejercicio de su vocación de servidor público.
En sus dos periodos de gobierno, el primero: 2010-2014 y luego en los años: 2018-2022. supo cuidar la democracia de los asedios “del populismo y el autoritarismo como re- cetas fáciles de gobernar”. Desde sus pro- pias perspectivas y opciones políticas pro- curó contribuir a una sociedad basada en el respeto a los derechos y la dignidad de las personas, promoviendo una sociedad donde la justicia social fuera el principio y base de la paz en el pueblo de Chile.
Queremos recoger esta tarde, como se ha es- tado haciendo en otros templos de la Patria y en el ex Congreso en Santiago, las lágri- mas de familiares, amigos y correligiona- rios de Sebastián Piñera que ha muerto en la profundidad y cristalinas aguas del lago Ranco y, con la misma piedad las lágrimas de todos los compatriotas que lloran entre los escombros, dejados por las llamas del incendio, la pérdida de sus seres queridos en la V región de nuestro país. Las unimos al pan y al vino de nuestra Eucaristía, para ofrecérselas a nuestro Padre Dios, como la ofrenda de hombres y mujeres que pasaron por este mundo trabajando y haciendo el
bien por los demás.
Amigos y amigas. Después que dejemos este lugar de oración, volvamos a nuestras casas y retomemos la tarea de todos los días. Mirémonos los rostros nuevamente y sepa- mos descubrir todo aquello que nos impulsa a caminar y, a construir juntos. Que la muer- te de un ex presidente de nuestro país y la de tantos chilenos de a pie, nos haga reflotar esos grandes y profundos sentimientos que tenemos como chilenos, esa alma grande, generosa y noble, porque nos la regaló Dios, para que sigamos construyendo en nuestra Patria esa justicia y esa paz, que este herma- no nuestro Sebastián, más allá de sus debi- lidades, sus limitaciones e ideas, él también soñó y entregó su vida para que la justicia y la paz fueran realidades en nuestro país. Amigos y hermanos, hemos venido a orar; a orar en voz alta. Tratamos de sacar esa ora- ción que está encerrada en nuestro corazón; sentimos que nuestra oración es más since- ra, más limpia, más profunda, cuando se ha purificado por el dolor. Queremos depositar nuestra oración en esta mesa del altar, así como está: esperanzada y dolorida. La uni- mos al dolor de Cristo para que sea redento- ra y engendre la Vida. Porque la muerte de Cristo nos dio la Vida. La luz de este Cirio que hemos encendido y que lleva estampa- do el mapa de nuestro país, es el signo de la vida digna que queremos para los que ha- bitamos esta larga y angosta faja de tierra. El pan y el vino que vamos a ofrecer para la Eucaristía, es para engendrar la VIDA de
Dios en nosotros y en nuestro pueblo. En nuestra oración por Sebastián Piñera, her- mano en la fe en Cristo y ex Presidente de la República, agradecemos el don de su vida, imploramos la misericordia de Dios por las faltas que por fragilidad humana pudo ha- ber cometido, pedimos el consuelo que sólo Dios puede dar para su familia, y para todos nosotros pedimos la gracia de seguir cami- nando en las sendas del Evangelio.
Querido hermano Sebastián: ante la tragedia de la muerte, oímos una voz que te es fami- liar y que invita a resucitar y a participar del reino diciendo: ”Ven bendito de mi Padre, porque tuve hambre y tú me diste de comer, estuve sin casa y tú me ayudaste a conseguir una casa digna para mí y mi familia, no te- nía trabajo y tú procuraste fuentes laborales para trabajar, estaba enfermo y procuraste el remedio para la salud, estaba humillado y tú levantaste la voz para defenderme, cuando estaba por nacer, anciano, por la dignidad de la mujer, Servidor bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor”.
Hermanos, que María, la madre de Dios, auxilio de los cristianos tenga a nuestro hermano Sebastián junto a sí y a su Hijo Jesús el Señor, redentor nuestro, mientras tanto nosotros seguiremos diciendo: “Dale Señor el descanso eterno, y brille para él la luz de la eternidad. Que el alma de nuestro hermano Sebastián y la de todos nuestros compatriotas difuntos descansen en paz”. Amén