8 de agosto de 2015
La aventura de Fernando Magallanes es de sobra conocida por todo el mundo. Al servicio de la corona española, emprendió un viaje que debía acercarle, por la ruta del oeste, a la codiciada Isla de las Especias, identificada hoy con las islas Molucas.
El marino portugués no pudo ver coronada su hazaña, ya que perdió la vida en un enfrentamiento con los nativos de las islas Filipinas. Pero su empresa reveló un mundo mucho más vasto de lo que hasta entonces se creía.
Ese espíritu, mitad aventurero, mitad explorador, se adivina también en la tripulación del velero de la fundación suiza Pacifique, que el 13 de abril suelta amarras del puerto de Sevilla para rehacer el viaje que hace cinco siglos llevó a un puñado de hombres a dar la vuelta al mundo.
El desafío del descubrimiento ha estado presente en todas las épocas de la humanidad, afirma Samuel Gardaz, vicepresidente y responsable de comunicación de la Fundación Pacifique.
Ahora tampoco conocemos del todo el planeta. La problemática de la polución marina, por ejemplo, es enorme, y queda por descubrir su alcance e impacto, añade Gardaz. A través de la visión de Magallanes, queremos interrogar el presente y salir a descubrirlo.
Durante cuatro años (ver recorrido), el velero Fleur de Passion surcará los tres principales océanos con el objetivo, entre otros, de cartografiar el estado de los mares y sensibilizar a la comunidad científica y a la opinión pública sobre los riesgos medioambientales.
Pero hay también previstos otros proyectos sociales y culturales que reunirán a personas de distintas nacionalidades, profesiones y condiciones a bordo del velero. A diferencia de otras expediciones, este proyecto tiene un carácter sumamente abierto e inclusivo, indica el vicepresidente de la fundación.
Fleur de passion
El protagonista de este proyecto es Fleur de passion, un cúter de guerra que esconde una azarosa historia desde su construcción en la Alemania de 1941 hasta su restauración completa en 2009, convertido ya en velero y propiedad de la Fundación Pacifique.
Con 33 metros de eslora, un peso total de cerca de 100 toneladas y capacidad en navegación para una quincena de personas, este barco será el centro de operaciones de todos los proyectos que se desarrollarán durante estos cuatro próximos años en el marco de la expedición.
Está previsto, señala Samuel Gardaz, que la tripulación esté a bordo un máximo de dos meses y luego sea sustituida por otra, y así sucesivamente. El mismo tiempo límite para los jóvenes que participen en el programa socioeducativo o los dibujantes del proyecto cultural.
Programa científico
Evocando una de las obras más conocidas de Julio Verne, el programa 20.000 sonidos submarinos pretende registrar los sonidos naturales y los de origen humano que se producen en los océanos y abrir así nuevas líneas de investigación para evaluar el impacto de estos últimos en el medio marino.
Michel André, director de este programa y jefe del Laboratorio de Aplicaciones Bioacústicas (LAB) de la Universidad Politécnica de Cataluña, señala que es la primera vez que se llevará a cabo una experiencia científica de este tipo.
Esta iniciativa, que es impulsada y gestionada por el LAB, permitirá por primera vez en la historia, afirma André, disponer de una plataforma móvil que irá registrando los niveles de ruido durante cuatro años consecutivos.
El profesor añade que el proyecto se propone también proporcionar a la comunidad científica los datos y herramientas necesarias que permitan abrir nuevas vías de investigación sobre el impacto de la actividad humana en el mar.
El objetivo último de este proyecto, puntualiza el director del proyecto, es llegar a un compromiso entre administraciones, empresas y activistas para devolver al mar un poco del equilibrio que ha perdido en estos últimos decenios.
El programa científico de esta expedición se completará con el proyecto Micromega, cuyo nombre se inspira en el cuento volteriano. Consiste en una recogida periódica de muestras de agua para evaluar el contenido de contaminantes plásticos.
El proyecto se llevará a cabo con la colaboración de laasociación suiza Oceaneye y la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL), donde se analizarán las muestras. Los resultados serán remitidos al Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Pascal Hagmann, director de proyectos de la asociación Oceaneye afirma que los datos obtenidos nos permitirán establecer nuevos estudios sobre la contaminación en los tres principales océanos, cuantificar su nivel de contaminación y demostrar el impacto real.
Programa social
Jóvenes en el mar es un proyecto socioeducativo que consiste en acoger a jóvenes y adolescentes suizos y de otros países que se encuentran en riesgo de exclusión. La estancia tendrá una duración variable entre un día y dos meses.
El objetivo es favorecer la reinserción de estos jóvenes a través de una experiencia en altamar, a bordo de un velero y compartiendo tiempo y trabajo con el resto de la tripulación. Tendrán la oportunidad de descubrir la vida en el mar, de relacionarse con otros y de conocerse mejor a sí mismos, afirma Samuel Gardaz.
Programa cultural
En el espejo de Magallanes es el título del proyecto en el que participará una docena de dibujantes suizos y extranjeros. Estos artistas irán turnándose a bordo del Fleur de Passion y serán los narradores de la expedición.
Su labor emulará, por tanto, la de Antonio Pigafetta, cronista del viaje de Magallanes y uno de los escasos supervivientes de ella. Como el italiano, los dibujantes actuales actuarán como testigos mudos del proyecto OMEX.
Con sus viñetas y dibujos reflejarán los aspectos que, ahora como antes, han llevado al ser humano a embarcarse en este tipo de aventuras: la necesidad de explorar y descubrir, el espíritu de conquista y dominación, el acceso a las riquezas naturales del planeta
El viaje de Magallanes
La figura de Magallanes ha sido objeto de numerosos estudios históricos que le definen como un personaje de espíritu aventurero y carácter decidido. Desde muy joven aparece en diferentes documentos que le colocan en el mundo de las especias. En Lisboa estudia ese exótico mundo y poco a poco va tomando cuerpo la idea de llegar a las islas de las Especias viajando hacia el oeste.
Tras unos largos y costosos preparativos, la expedición sale finalmente de Sevilla el 10 de agosto de 1519. La escuadra estaba compuesta inicialmente por cinco naves: Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago y a bordo viajaban un total de 234 tripulantes.
La expedición bordeó el continente americano hacia el sur, en busca de un paso al gran mar, que fue bautizado por el propio Magallanes como Pacífico, debido a su aspecto calmo y apacible. Al llegar a Filipinas la tripulación se vio implicada en una guerra entre tribus rivales. En la batalla de Mactán, Magallanes y otros miembros de su tripulación perdieron la vida.
Tres años después de su salida, el 6 de septiembre de 1522, y tras una arriesgada y ardua travesía, reflejada espléndidamente en el relato del veneciano Antonio Pigafetta, 18 hombres llegaron a Sevilla a bordo de la nave Victoria, capitaneada por Juan Sebastián Elcano.
Un tiempo después llegarían otros cuatro supervivientes de la Trinidad, capturada por los portugueses en el Índico.
El hombre sufrió serias lesiones en una de sus extremidades durante una maniobra, lo que obligó a una evacuación de emergencia coordinada por la Capitanía de Puerto de esta aislada localidad de la Región de Magallanes y de la Antártica Chilena.
El hombre sufrió serias lesiones en una de sus extremidades durante una maniobra, lo que obligó a una evacuación de emergencia coordinada por la Capitanía de Puerto de esta aislada localidad de la Región de Magallanes y de la Antártica Chilena.