22 de febrero de 2014
Uno de los oficios perdidos en el tiempo es el del afilador ambulante de cuchillos. Como mendigo errante que anda de una parte a otra sin tener un rumbo fijo, así camina, acompañado de su instrumento musical compuesto de varias cañas huecas, o sea, tubos formando con el soplo que se quiera dar las notas que se desprenden de ellos. Notas que no alcanzan la mínima composición musical, repetitiva, sin regla para la formación de acompañamiento de alguna melodía. Eso sí, de una dulzura y suavidad que hace que nos paremos agudizando nuestros oídos para volver a oír, hasta la lejanía, la música celestial de tan original instrumento. Profesión, esta de afilador, que es facultad u oficio de unos pocos visionarios que no quieren abandonar este legado que le ha sido transmitido por sus antecesores.
Este preámbulo, nos hace rememorar la anécdota vivida hace muchos años por un afilador de cuchillos del barrio Prat de Punta Arenas. Se desplazaba desde la citada población hacia el centro de la ciudad haciendo sonar su instrumento, que cual flautista de Hamelín, aglutinaba a los niños del vecindario, los cuales se agolpaban a su alrededor viendo darle al pedal y girar su piedra de molar, esforzándose en sacar filo a cualquier objeto punzante que necesitara ser afilado para su mejor función.
Desde un palacete del Cerro de la Cruz, salió a la vereda una señora entregándole toda clase de utensilios para cortar (cuchillos, navajas, tijeras y hasta un puñal que su marido utilizada para la matanza de animales cuando se iba de cacería).
Todo discurría perfectamente: el afilador con su tarea de molar los instrumentos que le habían sido entregadas a la par que, de vez en cuando, quizás para llamar la atención de posibles clientes o para entretenimiento y jolgorio de la niñez que presenciaba su trabajo, sonaba la flauta. Y es llegado al momento culminante: la señora viene a recoger su encargo y la nena del afilador que, aunque no la hemos referido le acompañaba en todas sus correrías y, además, le hacía de «cajera, le cobró a la dueña una suma exagerada, lo que le pareció exorbitante a la señora y que se negó a pagar por el excedido precio que había pedido la enviada del afilador en compensación al trabajo realizado. Ni que decir tiene que la nena acudió rápidamente a su papá para indicarle la negativa de la cliente a pagar su estipendio por lo que rápidamente, con toda la cuchillería todavía en sus manos le espetó:» señora, me ha entregado usted un cuchillo de cortar jamón, otro para cortar queso, otro para el pan, otro más para la carne, un par de tijeras, un cuchillo de plata, una navaja de afeitar, una cuchilla para la cecina, seis cuchillos de mesa,
y después de disponer de tantas piezas con que disfrutar de sus exquisiteces y manjares ¿me va a negar el jornal que me he ganado y que me va a servir para llevar el sustento a mi familia?.»
Ni que decir tiene que, ante la actitud agresiva y, a la vez razonada, del afilador, la señora no tuvo otro remedio que corresponder al pago de los servicios y dejar por zanjada la cuestión.
MORALEJA: hay quien, ante tanta exuberancia, menosprecia el trabajo de los demás sin tener en cuenta que también el pobre tiene derecho, siquiera, a procurarse un modesto sustento diario.
El Instituto de Previsión Social (IPS) informa que, si bien el proceso de pago masivo del beneficio ya se efectuó, siempre queda un remanente de familias con cobro presencial que, teniendo derecho al beneficio, demora más en cobrarlo. El llamado es a revisar en www.aportefamiliar.cl porque existen nueve meses de plazo para cobrar.
El Instituto de Previsión Social (IPS) informa que, si bien el proceso de pago masivo del beneficio ya se efectuó, siempre queda un remanente de familias con cobro presencial que, teniendo derecho al beneficio, demora más en cobrarlo. El llamado es a revisar en www.aportefamiliar.cl porque existen nueve meses de plazo para cobrar.