9 de marzo de 2017
El lenguaje humano es una maravilla. Es asombrosa la capacidad de comunicación entre las personas, en toda su amplia gama de gestos, palabras, silencios y posturas corporales. Es para quedar sobrecogido de asombro el hecho que yo ahora esté comunicando algo que brota desde mi interior y que otras personas estén acogiendo, y comprendiendo lo que pienso y lo que siento.
La maravilla del lenguaje humano es la de ser el vehículo de nuestro mundo interior, la expresión de lo que es cada uno de nosotros. Pero, el lenguaje puede -como sucede con todas las realidades humanas- degradarse y corromperse. Así, en lugar de maravilloso vínculo de comunicación que es, podemos transformarlo en una máscara que oculte lo que somos, que camufle nuestras reales intenciones y que distorsione nuestras relaciones.
Es muy significativo lo que sucede con dos palabras. Me refiero a «siempre» y a «nunca». Son dos palabras que usamos con frecuencia -por ejemplo, piense usted cuántas veces las ha usado en los últimos días-, y que confieren un carácter absoluto a nuestras afirmaciones: «yo siempre he sido así», «yo nunca haría eso», «tú siempre actúas del mismo modo», «tú nunca me respetas», etc…
Se trata de dos palabras peligrosas, porque lo que con ellas afirmamos o negamos tiene un carácter absoluto que no deja lugar a otras posibilidades, o a los muchos matices de los que está hecha la vida.
¿Cuántas promesas se transforman en falsas ilusiones por decir «siempre» o decir «nunca» sin darnos cuenta de lo que decimos? Y eso ocurre en todos los planos de la vida: en la amistad, en la política, en el amor, en los negocios, etc… Decir «siempre» o decir «nunca» sin hacernos cargo de que estoy comprometiendo mi persona, es esconderme detrás de las palabras y engañar al otro.
«Siempre» y «nunca» son dos palabras que hay que manejar con cautela, pues en ellas estamos comprometiendo toda nuestra persona en lo que afirmamos o negamos. La cautela necesaria en el decir «siempre» o «nunca» no significa, en modo alguno, renunciar al uso de ellas, pues hay aspectos y dimensiones de la vida que las exigen. Se trata de las situaciones en que comprometemos nuestra vida en un modo absoluto, particularmente al decir «para siempre» en el amor.
Esta necesidad que experimentamos de decir siempre o «para siempre» en algunas dimensiones de la vida, contrasta con la actitud de quienes evitan cualquier compromiso definitivo o permanente, y terminan por relativizar todo, hasta la propia vida.
Para esas personas, el esfuerzo de perseverancia en sus «siempre» o «nunca» les resulta una penosa tarea a evitar, y por eso no se comprometen con nada y con nadie. En esta actitud de descompromiso que algunos viven se están perdiendo una de las mejores cosas de la vida, como es luchar por aquello que uno ama y por lo cual uno ha dicho «para siempre».
9 de marzo de 2017
La tercera campaña de recepción reunió residuos peligrosos para su correcta disposición, en el marco de acciones comunales por la sostenibilidad.
La tercera campaña de recepción reunió residuos peligrosos para su correcta disposición, en el marco de acciones comunales por la sostenibilidad.