CUANDO EL JUEGO ES UN DRAMA (2)

Hace dos semanas hice un comentario sobre el tema de la ludopatía, a propósito de las situaciones dramáticas que se originan con la adicción al juego, y esta semana el país ha sido testigo de lo ocurrido en el casino Monticello, cerca de Santiago, donde un jugador perdedor las emprendió a balazos contra otras personas, matando a dos, dejando otras cuatro heridas y, luego, suicidándose. Así que volveré al mismo comentario que hace dos semanas.

Probablemente, muchos de ustedes habrán conocido casos dramáticos y tristes, donde la pasión por el juego ha llevado a vivir horribles situaciones personales y familiares. Son las terribles consecuencias de la adicción al juego, conocida como ludopatía, la cual es un trastorno del control de los impulsos frente al juego, que lleva a las personas a alterar significativamente su funcionamiento personal, familiar, financiero, laboral y social; incluso puede llevar a situaciones dramáticas de violencia como las que han ocurrido. Así, la ludopatía está incluida en la clasificación de las enfermedades mentales de la Organización Mundial de la Salud.

Cuando hace algunos años, las entonces autoridades del país permitieron la apertura de casinos en diversas ciudades, de norte a sur, quizás sólo pensaron en los beneficios de algunos impuestos y en una aparentemente inocente entretención. El problema es que la ludopatía significa que el juego se convierte en un drama que se vive -habitualmente- en el silencio de las familias o en la soledad de quienes buscan llenar su soledad y sus vacíos jugando de un modo compulsivo y buscando recuperar lo que han perdido. A veces, también, ese drama es clamorosamente público, como el de la funcionaria de Sename que defraudó mucho millones a esa institución y esta semana fue declarada inimputable a causa de su ludopatía, o el caso conocido como milicogate, donde alguno de los uniformados protagonistas de este fraude al estado, señala haber gastado más de dos mil millones de pesos en el casino; o el jugador que hace pocas semanas intentó asaltar el casino donde había estuvo jugando durante varios días seguidos.

En nuestra ciudad de Punta Arenas, a muchos pareciera dejarlos con la conciencia tranquila el hecho de que el casino que acá existe genera algunos recursos por el pago de impuestos e implica una generación de puestos de trabajos, pero ¿quién se hace cargo de los costos que implica en salud mental, en economía familiar, en el desarrollo de los hijos, en el quiebre de relaciones afectivas de las personas? Por cierto, no lo hacen las empresas propietarias de los casinos, pues la llamada industria del juego persigue intereses económicos que -sin otras consideraciones- pueden arruinar la vida de muchas personas y familias. Entonces, ¿quién se hace cargo de este problema que destruye vidas? ¿Acaso las autoridades públicas, o se deja como un problema personal?

Si el problema social que significa cuando el juego se convierte en drama, se evade dejándolo como un asunto personal, hay que decir -entonces- que también el alcoholismo o el tabaquismo serían asuntos personales, sin embargo, las autoridades intervienen ante ellos. No parece que haya políticas públicas orientadas a incentivar a las personas a que eviten asistir a los casinos o algo parecido.

Sin duda, frente al drama silencioso que viven tantas familias y personas solitarias con la ludopatía, se requiere una toma de conciencia que lleve a poner el tema en nuestra sociedad, que nos haga ver que la presencia del casino en nuestra ciudad no es un negocio inocente, y que nos mueva a prevenir a los que van al casino siendo propensos a conductas violentas o compulsivas.

6 de julio de 2017

CUANDO EL JUEGO ES UN DRAMA (2)

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