14 de junio de 2017
EL 9 DE JUNIO DE 1956 INFORMAN A PRESOS PERONISTAS DEL PRESIDIO DE USHUAIA QUE SERÁN FUSILADOS
Esta noche, según recordó el dirigente peronista Jorge Antonio, los presos detenidos en Ushuaia son llevados a la planta baja del penal, donde se les comunica que serían fusilados. Luego de tres horas de tensa espera, y ante la falta […]
Esta noche, según recordó el dirigente peronista Jorge Antonio, los presos detenidos en Ushuaia son llevados a la planta baja del penal, donde se les comunica que serían fusilados. Luego de tres horas de tensa espera, y ante la falta de una orden formal autorizando los fusilamientos, los detenidos son retornados a sus celdas, dejando sin efecto la drástica medida (César Seveso. Escuelas de militancia: la experiencia de los presos políticos en Argentina, 1955-1972. Revista A Contracorriente N°3, 2009).
El viejo edificio de la cárcel de Ushuaia fue utilizado por la autodenominada Revolución Libertadora para confinar a destacados dirigentes justicialistas, Además de Jorge Antonio, estuvieron el ex gobernador de Buenos Aires Carlos Aloé, el dirigente de la CGT José Espejo, John W. Cooke y Héctor J. Cámpora, entre otros. Sus testimonios indicaron que fueron continuamente maltratados por sus custodios, además de sufrir la precariedad del lugar para soportar las duras condiciones climáticas y la falta de contacto con sus familiares.
Jorge Antonio, quien pasó 189 días incomunicado, recuerda de esta manera el trato entre detenidos y guardias: La crueldad de nuestros carceleros, lejos de distenderse, de apagarse con el trato diario, íbase acentuando a medida que transcurría el tiempo. Siempre encontraban el modo de infringirnos un castigo, una pequeña humillación, el modo de hacernos recordar, permanentemente, que nosotros estábamos en su poder y no existía la menor posibilidad de burlar el asedio a que nos sometían.
El periódico Rebeldía describió así la dureza del régimen carcelario: Al suplicio de la incomunicación vino a sumarse el del frío, la falta de medicamentos, la mala e inadecuada comida y la privación hasta de lectura. Al preso tan sólo se le permitía moverse frente a la celda dos veces al día, por espacio de diez minutos. Fuera de este tiempo no podía salir de la cámara de tortura ni para evacuar el vientre. En dicha cámara se pasaba el día sentado en un banquillo con las piernas envueltas en un poncho y la atención perdida, en medio del silencio sepulcral del presidio, silencio interrumpido tan sólo de cuando en cuando por simulacros de ejecuciones a presos políticos (op.cit.).
Unos meses después, los confinados fueron trasladados al penal de Río Gallegos, desde allí se fugaron y pudieron llegar a Chile, cuyo gobierno les otorgó asilo.
Autor : Bernardo Veksler

Carta al director.
Carta al director.


