8 de marzo de 2015
Sin lugar a dudas, la presencia de la mujer en esta región tiene una importancia vital en el desarrollo de la vida de las distintas comunidades.
Tanto las mujeres de las distintas etnias de este cono sur, como las pioneras y las actuales integrantes femeninas de la gran familia austral, han contribuido con su presencia al desarrollo de la historia y de la cultura.
¿Qué papel desempeñaban las mujeres aborígenes?
Vamos a analizar por partes. A las mujeres aonikenk, les tocaba criar a los hijos, alimentar a la familia, función para la que debía prepararse desde el encendido y cuidado del fuego al suministro de leña combustible , además de recoger agua y alimentos y cocinar; descuerar a los animales cazados, preparar las pieles para el abrigo o cobijo, coserlas y decorarlas cuando procediera, armar, desarmar y trasladar los toldos y, por fin, por si faltara cuidar a los enfermos y enterrar a los difuntos.
Una de las pocas veces que era celebrada., era en la ceremonia de la Casa Bonita, realizada al ingresar una joven a la pubertad, con su primera regla.
Similar caso ocurría con las mujeres selknam, que debían ocuparse de la recolección de crustáceos, pececillos, hongos y bayas. Desplumar las aves cazadas por su marido, conservar sobre ramas elevadas trozos de carne de guanaco o bien, a indicación de su esposo llevarla a los vecinos. Ella misma debía buscar el agua y mantener encendida la fogata de la choza de día y de noche. Por si esto fuera poco, debía ante el peligro de un incendio, poner nieve o agua para apaciguar la fogata, además de cuidar de poner una piel que sirviera de tiraje al humo para que éste no molestara a nadie. Armaba y desarmaba la choza, curtía las pieles, las cosía, y en sus ratos libres confeccionaba canastillos y objetos de adorno para ella y su pareja. Por fin, cuando viajaban a otros lugares portaba en su espalda al hijo, las pieles, y otros objetos y como llevaba libre sus manos, llevaba algunos bolsos con distintos utensilios.
Al parecer, siempre la mujer estuvo bajo el mando del hombre. Pero, una leyenda dice lo contrario al hablar de la época del matriarcado, cuando las mujeres mandaban en la tierra. Se llama la Leyenda del Sol y la Luna. Para hacerse obedecer, las mujeres poseían un secreto que era comunicado a las niñas mayores de doce años en el inicio de la pubertad en una ceremonia especial. Se trataba de atemorizar a los hombres mediante el uso de máscaras y disfraces con los cuales se les aparecían manifestándoles que eran espíritus que estaban de parte del grupo femenino. Un día un varón fue a observar la ceremonia, que estaba reservada sólo para damas, donde escuchó cuando se les decía a las niñas el secreto. El hombre fue con el cuento y se organizaron para arremeter contra las mujeres a fin de ultimar a todas las que poseían el secreto. Iban al mando de Kre el Sol y quién mandaba a las mujeres era Kren la Luna. Todas cayeron bajo los golpes de sus atacantes, menos Kren que huyó, saltando al firmamento y hasta el día de hoy está siendo perseguida por Kre. Dicen que las partes oscuras de la luna son golpes que alcanzó a propinarle su perseguidor.
El grupo de los canoeros, kaweskar y yáganes, tienen una similitud en cuanto al trato con la mujer. Ellas, debían encargarse de cuidar el fuego en la canoa y remar, mientras el marido iba en la proa, ojo avizor, por si salía alguna presa para cazarla.
Sacaba de la embarcación los elementos para armar la choza, los cuales debía transportar en el momento de partir. Se hacía cargo de la comida y del cuidado de los hijos. Cuando arribaban a un lugar para radicarse temporalmente, ella debía lanzarse al agua para aproximar el bote a la playa, transportando a tierra a su marido y a los hijos.
Respecto de las leyendas que dicen relación con mujeres, existen dos especiales el lobo de Wasana y El Gigante de Piedra. La primera trata de una niña que se enamoró de un lobo marino que la llevó a vivir en una roca, donde tuvieron un hijo y vivieron felices hasta que ella quiso ver a su familia. Envidiosos de su dicha, sus hermanos la llevaron engañada mientras que otros ultimaban a su esposo, el lobo, poniéndolo luego a asar para comerlo. Cuando ésta llegó de regreso, su hijo venía corriendo a su encuentro cantando ita pua shi, ama saman dapa que quiere decir yo estoy comiendo carne de mi padre. Horrorizada, la madre tomó un erizo de la playa con el cual golpeó en la frente a su hijo, el cual se transformó en un pez Siuna que hasta hoy luce su frente agujereada.
La otra, dice relación con grupo yámana que vivía en Tanzwani, en la isla Hoste. Un día, una joven encontró una roca muy parecida a un muñeco, llevándosela al hogar. La mecía y acariciaba igual que una guagua. Un día comprobó que la roca iba creciendo y la ocultó a la mirada de los demás. El problema fue que la piedra lloraba pidiéndole alimento, motivo por el cual ella comenzó a darle de mamar. La guagua, muy crecida, quería más y más, hasta que un día dio un fuerte mordisco a la niña en un pezón. Ante el grito de dolor acudieron los demás dándose cuenta de la situación, lo que motivó que se determinara que la roca debía ser lanzada al mar. Pero a pesar de tomar esta medida, volvía, cada vez más crecida y tomando venganza, comenzó a dar vuelta los botes y a matar a los hombres. En cierta ocasión se trasladó de lugar llevándose a las mujeres.
Estas urdieron un plan para matar al gigante. Este llegó con una espina clavada en un pié, ordenando a sus mujeres que se la sacaran. Le pidieron que se tendiera, mientras afilaban una gran estaca, la que clavaron en la planta del pié, único lugar vulnerable, al mismo tiempo que encendieron fuego a su alrededor, con lo cual el gigante murió y se hizo mil pedazos. Ellas se transformaron el jilgueros, que los yaganes conocen con el nombre de tuin.
LA MUJER PIONERA
Podemos decir con certeza que la mujer chilena comenzó a tener presencia en Magallanes, con el arribo de la goleta Ancud, el 21 de septiembre de 1843. Entre la tripulación venían Benancia Elgele y Jarros e Ignacia Leiva y Vidal. Posteriormente se registró el nacimiento de la primera mujer: María Magdalena Morales, ocurrido en Fuerte Bulnes el 1ro. De Junio de 1849.
Pasado el tiempo, se recuerda a una de las primeras mujeres que se instaló con un negocio de alcoholes. Se trataba de ña, Juana Mansilla, y unas tales Valentina y Dolores. Las damas, como buenas administradoras se caracterizaban por no vender al fiado y hacerlo sólo al contado. Era el año 1880.
Entre las mujeres pioneras, destacan Sara Braun, la cual realizó importantes obras sociales, entre las que destacan la donación del pórtico monumental del cementerio municipal, sobre el cual existe una leyenda, al igual que la que se cuenta respecto de esta dama que sería sacada todos los 1ro. De noviembre para peinarla.
Asimismo se recuerda a una de las primeras maestras, doña Julia Garay Guerra y la importante presencia en Magallanes de la Premio Nóbel de Literatura Gabriela Mistral, como directora del liceo de niñas de esta ciudad. Invitada por Rogelio Figueroa, propietario del Hotel Tres Pasos, en Ultima Esperanza, allí se inspiró para escribir parte de los versos de su obra Desolación.
La Mujer en la política, recuerda a Felicia Barría, de la que se cuenta una anécdota. En tiempos de su candidatura, llegó hasta un humilde hogar de Río Seco, solicitando el voto de una familia de escasos recursos. Consultó el número de calzado de cada hijo de los dueños de casa, solicitándole a su chofer que bajara un zapato de cada número. Al consultarle que pasaba con el otro zapato, respondió que lo vendría a dejar una vez que resultara elegida.
La tradición magallánica se ha visto enriquecida con leyendas que tiene como protagonistas a mujeres, como por ejemplo, la Viuda Negra, que salía en el sector del puente Centeno y perseguía a los hombres hasta la Laguna de Patinar del Regimiento Pudeto. Muchos noctámbulos que llegaban de madrugada al hogar, culpaban del atraso a la Viuda Negra.
Otro caso es el de la Llorona de Timaukel, joven hija de unos puesteros que fue engañada por un tumbero o pasajero que andan de estancia en estancia. El amado huyó al saber que ella esperaba un hijo y fruto del amor de ambos, murió a poco de nacer, lo que motivó que la joven enloqueciera y saliera a vagar por la pampa llorando a sus seres perdidos, apareciendo en las noches a los caminantes.
Por último, el caso de la Mujer Perro del Barrio Prat, es una de las más espeluznantes leyendas de Punta Arenas. Un hombre era seguido insistentemente por un perro negro. En cierta oportunidad en que concurrió a un matrimonio, el can lo siguió como era costumbre, incluso hasta el salón de baile. Ello por supuesto molestó al hombre que lo persiguió hasta la calle, sacando un cortaplumas con el fin de matarlo, pero el perro evitó la puñalada la cual le cercenó una oreja, huyendo pero cayó al lado de un poste del alumbrado público, hasta donde fue el varón a fin de ultimarlo, dándose cuenta en esos momentos que el animal sufría una transformación y era mitad perro y mitad mujer.
Hemos podido apreciar la importancia de la mujer en la vida magallánica. Quizás habría que recordar a muchas damas integrantes de las corrientes migratorias, tanto chilenas como extranjeras, que contribuyeron al engrandecimiento de esta tierra. Muchas de ellas tienen inscrito su nombre como Hijas Ilustres de Magallanes, entre las cuales recuerdo a Juana Gil Torrens, Miss Sharp, y las primeras Hijas de María Auxiliadora, que realizaron grandes obras en la zona.
Por supuesto que la lista debe incluir a muchas mujeres que arribaron a esta tierra de promisión, junto a sus maridos, procedentes de Chiloé, la zona central, Croacia, España, Inglaterra, Suiza, Italia, etc. y que entregaron su savia generosa, sembrando sus frutos hoy desparramados a lo largo y ancho de este Ultimo Confín de la Tierra.
La presencia continúa y seguirá con el pasar del tiempo, en que la mujer magallánica destacará como antes lo ha hecho en el concierto nacional y será reconocida como una mujer especial, formada en una tierra inhóspita, pero generosa, que por lo dura forja un temple excepcional que no se da con facilidad en otras latitudes de la Patria.
MARIO ISIDRO MORENO
Sra. Carolina Herrera Toro presentó su renuncia voluntaria al cargo, decisión que fue oportunamente informada a las autoridades del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.
Sra. Carolina Herrera Toro presentó su renuncia voluntaria al cargo, decisión que fue oportunamente informada a las autoridades del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.