11 de octubre de 2025
EL MUNDO SEGÚN LOS NOBEL
Columna de opinión.

Por María Gabriela Huidobro, historiadora y académica de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales UNAB.
La noticia del Nobel de la Paz para María Corina Machado sorprendió al mundo y alegró a muchos, en especial, en América Latina. El resultado, así como la reacción de ella al enterarse y comentar que su lucha no era personal, sino colectiva, nos recuerda que detrás de cada galardón hay mucho más que una acción específica o un logro individual. Un Nobel no es tanto una fotografía instantánea del mérito, cuanto un espejo de cada época, de cada momento histórico y de sus respectivas escalas de valor, siempre determinadas por sus propias circunstancias.
Alfred Nobel lo imaginó como un reconocimiento a quienes hayan hecho un beneficio a la humanidad. Sin embargo, lo que la sociedad de cada época entiende por “beneficio” también es subjetivo y cambia con el tiempo. En el fondo, los premios hablan tanto de las obras como de los contextos que las consagran. Así, en los años post guerras mundiales, la Academia privilegió la literatura del desarraigo y las voces por la paz, como la de la misma Gabriela Mistral, que lo recibió en el icónico año de 1945; en los sesenta, se reconocieron las escrituras que dialogaban con las tensiones políticas y sociales subyacentes a la Guerra Fría; en los setenta, a aquellas que surgían de esas problemáticas, como la del mismo Neruda; y en los últimos años, se ha apostado por voces que dan visibilidad a identidades, lenguas y experiencias históricamente excluidas.
En esa línea, la presencia de las mujeres como galardonadas ha sido escasa, pero decisiva y simbólica. Aunque se la recuerde poco, una de las figuras que incidió en el mismísimo Alfred Nobel fue Bertha von Suttner, autora del libro Abajo las armas, quien recibió el galardón en la categoría de Paz en 1905. Marie Curie, por su parte, fue la primera mujer premiada, cuando en 1903 ganó el Nobel de Física, y volvió a ganarlo en 1911, en Química: es la única persona que ha triunfado en dos disciplinas científicas distintas. Su hija, Irène siguió sus pasos y también obtuvo el Nobel, en 1935.
En literatura, Gabriela Mistral fue la primera latinoamericana en recibirlo, y Malala Yousafzai, con apenas diecisiete años, la más joven en toda la historia. Ambas provenían de contextos recluidos y se abrieron camino a nivel mundial. Cada una encarna no solo un logro personal, sino un gesto político y cultural: demostraron que el conocimiento y la palabra pueden romper barreras a través de la acción cotidiana, convencida y comprometida.
No obstante, en total y desde que este premio se creara en 1901, menos del siete por ciento de los Nobel han sido otorgados a mujeres. La cifra revela una persistente desigualdad en los espacios donde se decide quién merece ser recordado. Pero también muestra que, cuando esas voces irrumpen, lo hacen para transformar el sentido mismo de este histórico reconocimiento.
En este sentido, los Nobel no sólo celebran talentos ni constituyen sólo un trofeo: son, más bien, un gesto que consagra perspectivas, identidades, geografías y lenguajes. En perspectiva histórica son, a fin de cuentas, radiografías de poder cultural, y en ellas, cada exclusión y elección pueden decirnos tanto como las personas y obras mismas que han sido consideradas para su premiación.

Autoridades confirmaron que se aseguraron los $21 mil millones para licitar la obra en diciembre, gracias al adelanto del presupuesto 2026.
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