6 de junio de 2023
Diego Portales Palazuelos, fue detenido el 3 de junio de 1837, mientras inspeccionaba el Regimiento Maipo, al mando de José Antonio Vidaurre, en las cercanías de la ciudad de Quillota. Su visita oficial, la hacía en calidad de Ministro de Guerra del Presidente, José Joaquín Prieto y en circunstancias que las tropas chilenas, se preparaban ante el eminente conflicto contra la Confederación Perú-Boliviana.
Entretanto, las tropas marchaban ante el ministro y sus colaboradores directos. De forma imprevista, fueron cercados por los soldados, quienes constituyeron un cuadrado casi perfecto, en torno a los visitantes, apuntándoles con sus fusiles. El capitán Narciso Carvallo les dijo: «Dese usted, preso señor ministro, pues así conviene a la República». Luego fueron conducidos al calabozo de la plaza militar.
Su cautiverio duró sólo tres días, durante los cuales vivió gran parte del tiempo engrillado, con hambre y buscando cigarrillos, para sostener la voluntad del encierro, mientras esperaba ser traslado a Viña del Mar y Valparaíso.
Instantes antes de su muerte, a las tres y cuarto de la madrugada del 6 de junio, Portales, era llevado a Valparaíso en el birlocho ministerial, a cargo de un pelotón de soldados encabezado por el teniente, Santiago Florín. Al llegar al sector llamado la Cabritería, ubicado entre los cerros Barón y Placeres , éste gritó: «baje el ministro» y Portales respondió: «vengan dos hombres a bajarme», los que le ayudaron a bajar. Fue llevado a unos metros del carruaje donde Florín, con seguridad, le dio un tiro, mientras que el ex estanquero del tabaco, corría intentando escapar de la muerte inevitable.
Florín gritó, al pelotón: «tírenle seis, carajo». Y casi al mismo instante, dos tiros sucesivos más, se alojaron en el cuerpo del ministro. Por último,… «se oyó una mezcla horrible de bayonetazos, y quejidos reprimidos», de la víctima. Finalmente se escuchó a un soldado decir: «regístrenlo a ver si tiene reliquias».
Al anochecer del día 6 de junio de 1837, llegó a Santiago, la noticia de los sucesos de Quillota y una gran multitud de personas se concentró a las puertas del, Palacio de La Moneda, las cuales permanecían completamente cerradas. Toda la gente, se mantuvo casi en silencio, atreviéndose sólo a hacer comentarios a media voz. De pronto, las puertas se abrieron.
Cuenta el relato de un testigo, que sin salir completamente al exterior del edificio, el coronel Maruri, pidió al pueblo a nombre el primer mandatario, que se retiraran a sus respectivas casas y dijo: «El ministro ha sido asesinado» y volvió a cerrar de golpe las puertas. Se cuenta, que un rumor sordo, prolongado, se escuchó a lo largo de toda la multitud: «viva», «viva». A media voz, el pueblo se manifestaba favorable al hecho funesto, del ya otrora líder indiscutido, de la política chilena por casi diez años.
La acción política de Portales, su magnicidio y juicio histórico, ha sido cuestionada por cada generación de chilenos, convirtiéndolo sin lugar a dudas en el personaje más controversial de nuestra historia nacional.
Respecto de su gestión política, el historiador, Rafael Sotomayor Valdés, sostiene: «La labor de Portales fue inmensa, si se considera el carácter de la época en que le cupo gobernar, los obstáculos de toda especie que tuvo que vencer, y el breve tiempo que figuró en el gobierno. Tan grande y trascendental fue esa labor, que desde 1830 a 1837, se confunden en una sola la historia de la República, con la historia de aquel insigne ciudadano, siendo de notar que hoy mismo, después de los años corridos, desde la desaparición de Portales, subsisten las bases y rasgos esenciales de las instituciones que él creó o reformó, y que su nombre por más que haya pretendido deslumbrarlo y alguna vez denigrarlo, un mal entendido liberalismo, no sólo ha salvado de la mayor de las injurias del tiempo, que es el olvido, sino que también ha llegado a simbolizar el patriotismo, el espíritu público y el don de gobierno en el más alto grado» [1]
Por el contrario, el historiador Gabriel Salazar, sostiene: «Con la batalla de Lircay, el 17 de abril de 1830, la revolución de los pueblos vivió una derrota profunda, tanto, que no sólo la eliminaría de la memoria pública de los chilenos sino, lo que es peor, deformaría por casi dos siglos el sentido y práctica de la democracia en el sistema político nacional. Pues lo que allí triunfó, fueron los tortuosos métodos políticos de José Antonio Rodríguez Aldea, el autoritarismo atrabiliario del monopolista Diego Portales y el deshonor militar (mercenario) del general José Joaquín Prieto. Es decir, triunfo entonces lo que el general Ramón Freire llamó «el club secreto de revolucionarios destructores de la república»[2]
En relación a su muerte, la frase «viva», que corrió entre la multitud que se encontraba en las afueras de La Moneda el 6 de junio, se extendió por todo el país que vio en la muerte de Portales, el alivio que el país necesitaba para seguir adelante en un clima de paz.
Entre los juicios que se le ha sostenido a Portales encontramos: «como el constructor del orden republicano chileno», (Diego Barros Arana), «revolucionario de los hechos», (Benjamín Vicuña Mackenna), el «terrible hombre de los hechos», (Alberto Edwards), «el estanquero monopolista mercantil», (Gabriel Salazar), «Portales una falsificación histórica», (Sergio Villalobos) o como «Portales, un romántico escéptico del poder», (Alfredo Jocelyn-Holt).
Fuente: archivonacional.gob.cl
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