26 de junio de 2013
Dicen que vaticinar muy seguido la muerte de alguien -en este caso de algo-solo sirve para darle fuerzas. Otros dicen que cuando el río suena piedras lleva. El caso es que es tendencia vaticinar el colapso de Facebook.
Lo mismo pasó en su día con Second Life, el primero de los mundos virtuales que conquistó a las multitudes. La prensa y los gurús se aficionaron a pronosticar su muerte, cuyo fallecimiento oficial se sitúa entre 2009 y 2010, aunque en Reino Unido todavía se emplean sus avatares en los colegios y las universidades.
En el caso de Second Life no ayudó que su propio fundador Philip Rosedale menospreciara la lealtad de sus seguidores diciendo que se trataba de tipos solitarios «que buscaban compañía desesperadamente».
Sin embargo, la muerte de un mundo virtual no es solo cuestión de palabras más o menos desafortunadas de sus fundadores. No ocurre de forma repentina. Hay síntomas que avisan de que las cosas no van bien, y finalmente existen indicadores que indican la debacle definitiva.
¿Cómo se hace la autopsia de una red social?
La única autopsia conocida de una red social la hicieron en Suiza los investigadores del Swiss Federal Institute of Tecnology. Para ello necesitaban una red social muerta y el destino les puso en las manos a Friendster que tuvo un «colapso modélico».
Para vuestra información, queridos lectores, Friendster fue una red social anterior al universo Facebook. En su día fue el sitio donde todos querían estar, Google llegó a ofrecer en 2003 30 millones de dólares a sus creadores para comprarla. Pero ellos declinaron la oferta y tres años después Friendster sufrió un éxodo general de usuarios que acabó con un «colapso épico». Oficialmente murió en 2006 en Estados Unidos, aunque en el Sur de Asia vivió un par de años más.
Teniendo el cadáver sobre la mesa, los investigadores se dispusieron a analizar las causas de la muerte, con la esperanza de poder prevenir la debacle en otras redes sociales.
El objetivo era averiguar por qué la gente abandona definitivamente sin mirar atrás, y qué debilita una red social. Y estas son las causas de la muerte:
– Los continuados problemas técnicos y de diseño que hacen la vida más difícil. Hay que mantener un delicado equilibrio entre introducir nuevas prestaciones y la comodidad del usuario. Cada vez que la gente tiene que aprender una cosa nueva en una red social se le pasa por la cabeza marcharse. Según David García, investigador del Swiss Federal Institute of Tecnology, «si los costes (tiempo y esfuerzo) asociados a estar en una red social son mayores que los beneficios se crean las condiciones para un éxodo general.
– No es tan importante el número de usuarios de una red social sino la fortaleza del vínculo que haya entre ellos. Es decir, lo importante es cómo de tupida sea la red. Los investigadores lo llaman el núcleo de la red (K core). Si una persona se va sus amigos son más proclives a irse, y según estos investigadores, es así como se producen las cascadas de salidas de una red social. Si alguien que tiene diez amigos pierde dos se sentirá más inclinado a marcharse que alguien con 80 amigos que pierda la misma cantidad de contactos. El número de amigos por usuario es un factor protector contra las salidas en masa.
En el caso del cadáver que nos ocupa, la red Friendster, unos meses antes del colapso, los problemas técnicos y los cambios de diseño empezaron a expulsar a los usuarios. Esa circunstancia combinada con un núcleo poco fuerte y la existencia de una nueva red social, Facebook, dispuesta a acoger a los rebotados terminó con la vida de Friendster.
Con los mimbres de esta historia los fundadores de otras redes sociales intentan no repetir errores. Y no siempre lo consiguen.
Ahora parece haber un éxodo de Facebook a Instagram o ¿son sólo ideas mías? Al menos un éxodo de la actividad aunque no de los usuarios. Pero todo se andará. Tampoco es irse muy lejos porque en Instagram seguimos estando en territorio Zuckerberg.
He intentado poner en blanco y negro las cosas que me molestan de Facebook por si hay que ir preparando otra autopsia, aunque hay que reconocerle a Zuckerberg que su red tiene un K core verdaderamente fuerte.
A mí me molestan:
(y que conste que esto es una declaración personal e intransferible como el DNI)
– Los continuos cambios en los ajustes de privacidad (y cómo cambian misteriosamente las configuraciones que elijo)
– Los rumores de continuos cambios que a veces nunca llegan a suceder pero que hacen que mi muro se llene de parrafadas con vocabulario seudo jurídico que la gente corta y pega de otros muros con la esperanza de que dicha declaración de intenciones los proteja de la malignidad de Facebook. La verdad es que no creo que sirva para nada y me hace gracia la candidez de mucha gente. Por otra parte, si alguien tiene tanto miedo de lo que pueda hacer Facebook con sus datos, lo mejor es que se salga. Esto no es un secuestro.
– Que haya dejado de ser una red social divertida para convertirse en el sitio del autobombo sistemático. No me molesta un poco de autobombo, ni siquiera un mucho, lo que me molesta es que no se compartan otras cosas y solo se aparezca por la red a darse golpes de pecho. Que esto empiece a ser aburrido es una razón para la estampida general.
– En este mismo sentido, que Facebook se haya convertido en un sitio donde la gente cree que tiene que estar por motivos profesionales o de negocios.
– La sospecha que supone que Facebook salga a bolsa y que sus fundadores tengan obligaciones con los accionistas y tengan por tanto que convertir mis datos y mis Likes en material rentable. Ya sé que es inevitable pero me inquieta. Al igual que el asunto del espionaje. No soy de las que les da igual que lo espíen porque no tienen nada que ocultar. Y no tengo nada que ocultar.
– Que la gente publique lo mismo en Facebook, Twitter, Instagram… estamos agotados de tanto escarceo digital. Me parece evidente.
¿Esto le pasa a más gente o es que soy sensible y tiquismiquis?
¿Te molesta algo del mundo Facebook? ¿Eres de los que alguna vez ha estado a punto de largarse?
(Por Karelia Vázquez, publicado en elpais.com)
Los hechos se desencadenaron cuando los fiscalizadores de la Aduana de Punta Arenas seleccionaron para revisión física el vehículo que ingresó al control fronterizo.
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