31 de enero de 2019
El Congreso Futuro es una genial iniciativa que desde el año 2011 -como fruto de la celebración de nuestro Bicentenario nacional- se ha constituido en una de las principales instancias de divulgación científica, reuniendo cada año a destacados investigadores en diversas disciplinas, para conectar a nuestra sociedad con las preguntas y desafíos que enfrentan las diversas ciencias en la búsqueda de respuestas creativas y sustentables.
La pregunta “¿Qué especie queremos ser?” fue el hilo conductor de las 130 conferencias que dictaron destacados especialistas de diversos países -entre ellos cuatro que han recibido el Premio Nobel- entre el 14 y el 20 de enero, tanto en Santiago como en diversas regiones, entre ellas en nuestra ciudad de Punta Arenas.
Sin duda, una ocasión como esta ha despertado muchas inquietudes, reflexiones y preguntas, así como alguna polémica que quedó rebotando en diversas columnas de opinión de medios de la capital y en las redes sociales. Me refiero a las provocativas declaraciones del famoso biólogo británico Richard Dawkins, quien desde su postura de ateo militante incursionó en temas religiosos, señalando -entre otras cosas- que la religión es uno de los grandes males de la humanidad porque alienta a las personas a hacer cosas sin razón. Dawkins postula la evidencia como única fuente de conocimiento y afirma que la fe religiosa es creer en algo de lo que no hay ningún tipo de evidencia, por tanto, no tiene sentido.
En el fondo, Dawkins no dice nada nuevo, sino que en lenguaje provocativo vuelve a afirmar las posturas del antiguo empirismo y de la escuela filosófica del positivismo de hace dos siglos. Dawkins afirma su postura en la pretensión de validar la negación de Dios en el hecho de que no aparece como un objeto que se somete a la verificación de las ciencias. En realidad, Dawkins parece no darse cuenta de esa absurda pretensión de reducir a Dios a un objeto de este mundo y situarlo -por lo tanto- en las coordenadas de tiempo y de espacio, de manera que sea susceptible de ser medido y verificado como cualquier otro objeto de este mundo. Digo “absurda pretensión” porque el concepto de Dios indica –precisamente- que no es un “objeto” de este mundo.
Hace tiempo que en la reflexión filosófica y teológica, así como en un número significativo de destacados científicos e investigadores hay clara conciencia que en las relaciones entre ciencia y fe no es posible aplicar los argumentos y métodos propios de una a la otra, pues se trata de diversos modos del conocimiento humano y, por tanto, son distintas sus preguntas, sus métodos y sus objetos.
La historia de la relación entre fe y ciencia ha estado plagada -hasta hace no mucho tiempo- de los intentos de cada una de ellas a dar respuestas a las preguntas de la otra; así -por ejemplo- el conocido caso Galileo, en que con argumentos de tipo religioso se intenta descalificar y negar una evidencia científica; así, también, todos los casos en que argumentando desde el método de la evidencia científica se pretende negar la realidad trascendente -es decir, la realidad que no es de “este mundo”, que no se sitúa dentro de las categorías de tiempo y espacio, y por tanto no es verificable- que los creyentes llamamos Dios. Eso es lo que hace Dawkins y sus seguidores; pretendiendo anular la fe en lo que le es más propio; es decir, que sus certezas no son empíricamente verificables.
Cuando digo que se trata de conocimientos distintos (el conocimiento empírico y el conocimiento de la fe) no se postula dos verdades sobre la misma realidad, sino que se afirma que se trata de dos órdenes de la realidad: el orden empírico y verificable, y el orden trascendente al que se asiente por la fe religiosa.
También se trata de preguntas distintas. Por ejemplo, la pregunta de la ciencia será cómo explicar la realidad de las cosas, cómo funciona el universo, cómo ha ocurrido la larga evolución de las especies, pero la ciencia no puede explicar qué sentido tiene el universo o qué sentido tiene la vida del ser humano, esa pregunta y sus respuestas pertenecen al conocimiento filosófico y al conocimiento propio de la fe religiosa.
Lo que queda muy claro es que ese Dios que Dawkins pretende negar y anular desde el conocimiento científico no es el Dios de la fe de los cristianos, pues nuestra fe no es el fruto de un silogismo ni es fruto de una evidencia científica, como tampoco lo es el Amor, y la “definición” que da la Biblia es que “Dios es Amor”. Sólo el Amor es digno de fe, porque es confiar en Aquel que te creó por amor, que te conoce con amor, que se da a conocer en el amor manifestado por el Señor Jesús y que invita a vivir en un diálogo en ese amor; de eso se trata la fe de los cristianos y no -como afirma Dawkins- de “un montón de tonterías cósmicas”.
La fe de los cristianos es una propuesta a cultivar la fe y la razón, de manera que podamos acceder al conocimiento de la totalidad de la realidad y su verdad, en lugar de refugiarse en verdades parciales o reducir cualquier conocimiento a una ideología.
31 de enero de 2019
El gerente general de la compañía, Julio Friedmann, aseguró que la permisología afecta la competitividad de nuestro país, pese a ser "una de las alternativas más atractivas para los inversionistas en combustibles renovables".
El gerente general de la compañía, Julio Friedmann, aseguró que la permisología afecta la competitividad de nuestro país, pese a ser "una de las alternativas más atractivas para los inversionistas en combustibles renovables".