5 de julio de 2011
«El presente es de ustedes, pero el futuro, por el que tanto he trabajado, me pertenece». Con estas palabras se resume la vida del que fue uno de los inventores más importantes e influyentes de principios del siglo XX, Nikola Tesla. Megalómano y de personalidad excéntrica, este visionario de origen serbio ha sido castigado por la historia y su vago recuerdo permanece injustamente relegado al rincón de los científicos locos.
Muchas de las importantes contribuciones de este físico al desarrollo de la humanidad han pasado desapercibidas para el gran público. Criticado por algunos de sus contemporáneos por no ofrecer dispositivos de utilidad práctica, sus grandes inventos han acabado imponiéndose con rotundidad.
A finales del siglo XIX desarrolló los principios de la radio, adjudicada al italiano Marconi pero reconocida como creación suya por el Tribunal Supremo de EE. UU. poco después de su muerte. Considerado el padre de la industria eléctrica, estableció las bases para el uso de la corriente alterna después de luchar contra Edison, firme defensor de la corriente continua, en lo que se conoce como la guerra de las corrientes. También fue uno de los promotores del radiocontrol y muchas de sus ideas, como la transmisión de energía eléctrica sin cables, siguen inspirando proyectos en la actualidad.
En un esfuerzo por preservar su memoria y rehabilitar su imagen, la editorial Turner Noema acaba de presentar su autobiografía, publicada por primera vez en castellano. El texto de Tesla ha sido prologado por el periodista Miguel Ángel Delgado, quien se presenta a si mismo como «tesliano». Para el escritor, su importancia queda fuera de toda duda. «Sin él, sin sus inventos, el mundo no sería como lo conocemos», afirma. «Diseñó un mundo basado en la electricidad ¿cómo es posible que haya desaparecido del imaginario colectivo?».
Según José Manuel Sánchez Ron, historiador de la ciencia y miembro de la Real Academia de la Lengua, la diferencia entre el reconocimiento obtenido por Edison y Tesla puede deberse al hecho de que el estadounidense «desarrolló una infraestructura que permitió que su imagen y su legado fueran preservados», mientras que el serbio «ni siquiera dejó discípulos». El historiador reconoce que no ha «sido justo con Tesla», pues nunca le resultó un personaje especialmente relevante. Hace unos años comenzó a «recopilar información y a sospechar que este inventor debía tener un lugar más destacado en la historia». Sin embargo, intentar bucear en su pasado no es sencillo. «Hoy es muy complicado encontrar información sobre este gran tecnólogo», explica.
La falta de documentos sobre Tesla, del que sólo se han publicado tres biografías en 60 años, ha servido también para que haya sido mitificado y que su obra y su figura se encuentren entre la realidad y la ficción. Según Delgado «la imagen de Tesla debe ser restaurada, para no dejar que los pocos que lo conocen lo utilicen para justificar sus teorías conspiranoicas».
Nacido en la actual Croacia en 1856 en el seno de una familia ortodoxa, Tesla destacó por su inventiva y su capacidad matemática. Una de las habilidades más sorprendentes era su capacidad para visualizar mentalmente los diseños sin necesidad de dibujarlos. Según se recoge en su autobiografía, Tesla presumía de ser capaz de ver sus inventos con todo lujo de detalles, hasta el punto de que podía hacerlos funcionar en su mente. «Para mí es absolutamente irrelevante si una turbina está funcionando en mi cabeza o en el taller. Incluso percibo si está desequilibrada».
La inteligencia y la inventiva de Tesla no pasaron desapercibidas y no tardó mucho tiempo en recibir la primera oferta para ir a EE. UU. Un antiguo trabajador de Edison escribió una carta de recomendación dirigida al inventor estadounidense en la que se podía leer: «En mi vida he conocido a dos grandes hombres, usted es uno de ellos, el otro es este joven».
Su gran capacidad de sacrificio le permitió trabajar sin descanso durante su primer año en Nueva York, bajo las órdenes de Edison. Tesla sentía tal pasión por la investigación que le dedicaba la mayor parte de su tiempo, lo que le impedía centrar su atención en otros aspectos de la vida, hasta el punto de mantenerse célibe. «Ser inventor exige una naturaleza tan intensa, tan apasionada, que si fuera destinada a una mujer sería para darle todo».
Con el tiempo, la falta de confianza de Tesla en los generadores de corriente continua de Edison y la negativa del estadounidense a pagarle el dinero prometido tras un duro año de trabajo, terminaron con la relación entre ambos, lo que dio comienzo a la guerra de las corrientes. El serbio abandonó la empresa y se centró en el desarrollo de un sistema de corriente alterna opuesto al planteado por Edison. Un año después, el industrial George Westinghouse accedió a financiar los trabajos sobre sistemas polifásicos de Tesla, que permitieron la transmisión de corriente alterna a largas distancias, lo que supuso la victoria definitiva del modelo del serbio sobre el de Edison.
La larga lista de ingenios creados por Tesla, unida a su capacidad para darse publicidad a sí mismo y a sus inventos, le sirvieron para convertirse en un personaje muy conocido en el Nueva York de finales del XIX. Pese a codearse con la alta sociedad neoyorquina, sus patentes no le convirtieron en un hombre rico y todo el dinero que recibía lo volvía a invertir en nuevos proyectos, cada vez más ambiciosos.
El historiador Sánchez Ron describe a Tesla como «alguien con todas las características para no ser un empresario de éxito». Esta falta de olfato mercantil queda patente en su autobiografía, cuando describe la propuesta de un colaborador de Edison para formar una sociedad anónima. «No tenía ni la más mínima noción de qué significaba aquello, excepto que formaba parte del estilo americano de hacer las cosas». Hugo Gernsback, uno de los pioneros de la ciencia ficción de principios del siglo XX, llegó a afirmar de Tesla, a quien conoció, que era «un idealista de primer nivel» y que para hombres así, «el dinero tiene poco significado».
Con el paso del tiempo el carácter excéntrico de Tesla se fue haciendo cada vez más acusado, lo que le llevó a intentar algunos proyectos descabellados. Sin embargo, Delgado afirma que esta deriva pseudocientífica no era algo extraordinario entre los investigadores de la época y asegura que «el propio Edison quiso inventar una máquina para contactar con los muertos».
El punto de inflexión en la carrera del inventor fue la construcción de la Torre Wardenclyffe, incluida en su macroproyecto denominado «Sistema Mundial». Definido como un dispositivo destinado a hacer posible la «transmisión inalámbrica, instantánea de todo tipo de señales a cualquier lugar del mundo», el proyecto se detuvo en 1905, lo que desacreditó a Tesla, cuyas ideas dejaron de ser tomadas en serio. Pese a todo, el serbio continuó creando grandes inventos hasta el momento de su muerte en enero de 1943.
Con su fallecimiento no sólo desapareció «un gran tecnólogo, sino sobre todo, un gran visionario», asegura Sánchez Ron. Miguel Delgado destaca su pasión por encima del pragmatismo economicista de Edison y afirma que «lo que hizo grande a Tesla es que no quería inventar una bombilla, quería cambiar el mundo». Su gran ambición por conseguir hitos que hicieran evolucionar al ser humano se desprende de los últimos párrafos de su autobiografía, en los que se puede leer: «El hombre de ciencia no aspira a un resultado inmediato. No espera que sus ideas estén listas para ser asumidas. Su trabajo es como el del sembrador: para el futuro».
(Por Teguayco Pinto, publicado por publico.es)
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