13 de septiembre de 2025
¿LIBERTAD DE DECISIÓN? LA REALIDAD DE LA MIGRACIÓN CLIMÁTICA
Columna de opinión.

Por Marisol Muñoz Concha, académica de la carrera de Trabajo Social de la Universidad Andrés Bello.
Constantemente comentamos lo raro que está el clima, nos sorprendemos frente a una serie de eventos climáticos que nos parecen extremos, pero que cada vez están siendo más frecuentes. Chile no está ajeno a estos fenómenos ni a sus efectos. En los últimos años hemos sido testigos de cómo se han intensificado las sequías, incendios forestales e inundaciones que, de una u otra forma, han ido generando una serie de desplazamientos humanos.
En este escenario, de acuerdo a la OIM, distinguir entre la migración ambiental y la migración climática es relevante. La migración ambiental es un fenómeno que ha estado siempre presente durante la historia del ser humano, pues se trata, del movimiento de personas o grupos de personas que, debido principalmente a cambios repentinos y graduales en el medio ambiente, que inciden negativamente en sus vidas o en sus condiciones de vida, se ven obligados a abandonar su lugar de residencia habitual, o deciden hacerlo temporal o permanentemente, desplazándose a otros territorios. Cuando ese desplazamiento es ocasionado por el cambio climático, nos referimos a la migración climática.
Esta realidad no es ajena a Chile, la sequía nos ha golpeado fuertemente, miles de personas se han visto afectadas por la escasez de agua. La falta de lluvia y el aumento de las temperaturas ha impactado en el sustento y en el modo de vida de las comunidades, que las ha ido obligando a tomar decisiones respecto de su futuro y su permanencia en su lugar de origen. Si bien quedarse o irse es una decisión voluntaria, cabe preguntarse ¿qué tan libres han sido los habitantes de esos territorios de tomar esa decisión?, ¿tenían otras opciones?
Por ejemplo, ¿los habitantes de Monte Patria -localidad ubicada en la región de Coquimbo que ha sido certificada por la Organización de Naciones Unidas el año 2017 como la primera localidad de migrantes climáticos, producto de la sequía, en Chile- habrán sido libres de decidir emigrar, si lo que estaba en juego era su sustento y, por tanto, su supervivencia? O los habitantes de la zona centro-sur que, producto de los mega incendios, debieron abandonar sus viviendas, porque resultaron destruidas, al igual que sus fuentes de ingreso, ¿fueron libres de tomar la decisión de emigrar?
Lo anterior podría llevarnos a pensar que las personas que emigran lo hacen en condiciones de vulnerabilidad, el empobrecimiento al que han estado expuestos producto de que su sustento o fuentes de ingreso se han visto afectados, o la rapidez con que han debido abandonar sus hogares y comunidades, el desmembramiento familiar, el deterioro de las redes de apoyo, la fragilización de las comunidades, el desarraigo, la pérdida del sentido de pertenencia, entre otros factores, vuelven vulnerables a miles de migrantes climáticos. Este impacto se acentúa todavía más en quienes viven en condiciones de pobreza.
Frente a ello, el Trabajo Social no puede quedar al margen, cuando en su propia definición establece la búsqueda de mejores oportunidades para las personas, el mejoramiento de su bienestar y calidad de vida, principalmente de aquellos más vulnerables, que son justamente los principales afectados por el cambio climático.
Siguiendo a Michel De L’Herbe, poner a las personas en el centro, es prioritario, y para ello se requiere involucramiento comunitario, temas en lo que el Trabajo Social es experto. En este sentido, desde esta profesión debemos generar respuestas frente a la serie de problemas sociales que se derivan de esta realidad. Hacernos cargo de los impactos sociales en quienes migran, pero también de quienes se quedan en los territorios afectados por la crisis climática (población atrapada climática). Debemos resignificar nuestros saberes profesionales y aportar tanto a la justicia ambiental como a la justicia climática, nos movemos entre diferentes actores sociales, nos vinculamos con las personas, comunidades y territorios, es tiempo entonces de contribuir a la resiliencia comunitaria, pues es a partir de ahí que emergen nuestras fortalezas, cuando nos empoderamos de aquello que históricamente hemos hecho, trabajar colaborativamente. Debemos instalar nuestras capacidades, competencias, facultades que respondan a la recuperación del bienestar de las comunidades.
Se requieren políticas públicas que integren diferentes visiones, que no fragmenten los múltiples impactos de la crisis climática. Por tanto, se vuelve una prioridad para el Trabajo Social instalar los impactos sociales en las discusiones institucionales, en todos los niveles, de manera tal que seamos capaces de contribuir en la generación de respuestas tanto frente a emergencias como a planes de desarrollo de largo plazo.
Todo esto cobra sentido cuando pensamos que el Trabajo Social aporta a las diferentes acciones que se hacen en las comunidades y desde las comunidades, es capaz de alinear a los territorios, con el sector público y el sector privado, contribuye al desarrollo humano y con ello a que las personas puedan tomar decisiones con libertad, ayudando así a dignificar a miles de personas que son o pueden transformarse en migrantes climáticos en Chile.

La iniciativa busca impulsar una solución legislativa clara y definitiva a un problema que afecta directamente a Punta Arenas y Puerto Natales.
La iniciativa busca impulsar una solución legislativa clara y definitiva a un problema que afecta directamente a Punta Arenas y Puerto Natales.


